NEUROEDUCACIÓN: DESDE LA EVALUACIÓN DEL PERFIL INDIVIDUAL HASTA LA EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE
María Caballero Doctoranda UCO Profesora IES Fernando III el Santo. Priego de Córdoba
Resumen
La eficacia de la escuela inclusiva se ha convertido en uno de los grandes retos de la educación, y es que muchos jóvenes acaban su escolarización sin la titulación oportuna o simplemente han abandonado antes de conseguirlo. Para evitarlo, es de vital importancia detectar los problemas partiendo de una evaluación correcta de las necesidades individuales, que tenga en cuenta el historial personal, el desarrollo evolutivo y pedagógico del alumno y, entre otras cuestiones, su capacidad. Es decir, su perfil individual. Una evaluación inicial que nos dé información sobre cada perfil nos permite la alineación correcta de todos los procesos involucrados en el aprendizaje, desde la definición de los objetivos, la adaptación de nuestros métodos de enseñanza, pasando por la adecuación de las actividades, para terminar con la evaluación final del aprendizaje adaptándonos a las necesidades individuales en cada caso. Por todo ello, el proceso de evaluación ha de entenderse en dos momentos diferenciados. En primer lugar, evaluando las distintas necesidades del alumnado y, finalmente, evaluando el aprendizaje conseguido. Para conseguirlo, una nueva ciencia, la Neuroeducación, nos ayuda integrando en el aula el conocimiento que nos aportan los estudios científicos sobre la herramienta que usamos para aprender, el cerebro.
Palabras clave: evaluación, educación inclusiva, Necesidades Educativas Especiales, Neuroeducación.
NEUROEDUCATION: FROM THE ASSESSMENT OF THE INDIVIDUAL PROFILE TO THE EVALUATION OF LEARNING
Abstract
The effectiveness of the inclusive school has become one of the greatest challenges in education, considering that many young people end their schooling without the appropriate degree, or having simply abandoned before getting it. To avoid this, it is vital to detect problems based on a correct assessment of individual needs, taking into account the personal history, the evolutionary and pedagogical development of the student and, among other issues, their capacity. In other words, their individual profile. An initial evaluation that gives us information about each profile would allow us to correctly align and adapt to the individual needs all the processes involved in the learning, from the definition of the objectives, the adaptation of our teaching methods, the use of suitable activities, to finish with the final evaluation of learning adapted to the individual needs. For all these reasons, the evaluation process must be understood in two different moments. First, assessing the different specific needs of students and finally evaluating the learning achieved. To accomplish it a new science, Neuroeducation, helps us by integrating in the classroom the knowledge of scientific studies on the tool that we use to learn, the brain.
Keywords: learning assessment, evaluation, inclusive education, Special Educational Needs, Neuroeducation.
LA EVALUACIÓN DE LA EDUCACIÓN: DIFERENTES PLANOS DE ANÁLISIS
La efectividad del sistema debería implicar que el aula sea capaz de dotar de las herramientas necesarias a sus estudiantes para que aprendan a poner los conocimientos y saberes adquiridos al servicio de la acción. Por lo tanto su eficacia puede ser evaluada a partir de las competencias de sus alumnos para trasferir los conocimientos obtenidos en la escuela a la vida diaria y a su futura vida profesional (Martínez, 2017). En este proceso se debería garantizar la inclusión de todo el alumnado dentro del sistema. De hecho, la ley en España propone la integración de alumnos con necesidades educativas especiales considerando la diversidad como un valor educativo (Moya y El Homrani, 2017).
La inclusión de este alumnado en el aula ordinaria, tiene como objetivo que desarrollen sus capacidades físicas, intelectuales, así como sus habilidades sociales partiendo de la interacción con personas diferentes, favoreciendo la inclusión social, la igualdad de oportunidades y una mayor aceptación de este colectivo por parte de la sociedad. De tal forma, como afirma Arnaiz (2003) se promueve una educación eficaz para todos.
Y aunque ello aporta, en términos generales, muchas más ventajas que inconvenientes, no podemos negar que aún nos queda mucho por mejorar en este campo.
Evaluación de las necesidades en el aula inclusiva: profesorado y alumnado
Partiendo de la realidad de nuestras aulas, y de que la mayor parte del tiempo es el profesor ordinario el que atiende al alumnado con necesidades educativas especiales en el mismo espacio físico y temporal que al resto, son numerosos autores los que se plantean la necesidad de proporcionar al profesorado una formación específica que les permita atender a los alumnos con alguna discapacidad o necesidad especial de forma más operativa y no meramente asistencial (Esteve, 2003).
La realidad es que la calidad de la educación tiene una relación directa con la calidad del profesor. El informe Teachers and Educational Quality: Monitoring Global Needs de 2015 deja de claro que la formación del profesor es uno de los elementos más importantes en todo el proceso. Y qué duda cabe de que ser capaces de conocer las necesidades de cada uno de nuestros alumnos es imprescindible. De hecho, Gisbert y Climent (2017) recalcan la importancia de la formación del profesorado para la educación inclusiva.
A pesar de todo ello, el tema de la formación del profesorado en el conocimiento de las Necesidades Educativas Especiales (NEE) ha quedado limitado a los especialistas, psicólogos, psicopedagogos y a la pedagogía terapéutica, ya que son los que atienden al niño paralelamente al profesor del aula.
Sin embargo, la escuela inclusiva nos obliga a replantearnos las habilidades de todo el profesorado, tanto del experto en una determinada materia como del especialista en Necesidades Educativas Especiales (NEE), que nos permita llevar a cabo un trabajo coordinado. En el primer caso, el profesor ya no solo debe dominar los conocimientos y habilidades de su materia sino que se le exige que adquiera habilidades y estrategias tradicionalmente asociadas a psicólogos y pedagogos. Asimismo, también ha cambiado el rol del profesor especialista, ya que debe trabajar junto a los expertos de cada materia en el aula ordinaria y conocer el currículo de cada una de ellas (Caballero, 2017).
Por lo tanto en el aula del siglo XXI se hace necesario un nuevo modelo de enseñanza que se adapte a las nuevas necesidades, que tenga en cuenta que cada persona tiene una forma de aprender diferente y que incluya los conocimientos que nos aporta la ciencia. En este sentido, la Neuroeducación nos ayuda a entender no solo las diferentes etapas evolutivas sino a conocer el perfil individual de cada uno de nuestros alumnos.
NEUROCIENCIA Y EDUCACIÓN: NEUROEDUCACIÓN
Desde hace más de dos décadas la neurociencia nos está ayudando a una mayor comprensión de los procesos de aprendizaje. Y ello ha sido posible gracias a los avances científicos derivados del uso de técnicas de neuroimagen que nos permite observar al cerebro mientras lleva a cabo funciones como el lenguaje, la memoria, la atención, el pensamiento o simplemente mientras reacciona al ver a otros hacer la tarea. Sin embargo, no se trata de cuestionar los modelos previos, sino más bien de entender cómo funciona el órgano encargado de los procesos de aprendizaje no sólo en su desarrollo, sino también en sus diferencias individuales (Caballero, 2017).
La neuroeducación parte de la necesidad de tener en cuenta el papel del cerebro en todo el proceso, porque ser capaces de explicar y comprender los procesos cerebrales que están en la base del aprendizaje: la memoria, las emociones, los sentimientos… nos ayuda a modificar las estrategias pedagógicas adecuándolas a las características de cada persona y sus necesidades específicas, consiguiendo así que nuestros métodos de enseñanza se adapten a las etapas del desarrollo evolutivo y a las diferencias individuales Además sus aportaciones pueden ayudarnos a entender mejor no sólo el funcionamiento del cerebro, especialmente las peculiaridades de las NEE, sino a entenderlo en el marco de su desarrollo.
De hecho, cada vez son más los estudios sobre los periodos sensibles en los que se constata que simultáneamente al desarrollo neuronal se producen una serie de podas sinápticas programadas, pero que pueden ser modificables por experiencias, por lo que el «el reto de la educación, al fin y al cabo, es guiar esa poda” (Forés et al, 2015).
Veamos algunas de las aportaciones que pueden ayudarnos a entender mejor no sólo el funcionamiento del cerebro, sino especialmente las peculiaridades de las NEE.
En primer lugar, el cerebro es el único órgano del cuerpo humano que tiene la capacidad de aprender y modificarse. De hecho su característica principal es la plasticidad, es decir su capacidad de modificarse en base a las experiencias, lo cual le permite reorganizarse y reaprender continuamente. Por lo tanto hemos de exponer a nuestros alumnos a experiencias de aprendizaje eficaces. En segundo lugar el cerebro aprende a través de patrones, buscando las regularidades y las reglas que subyacen para dar un sentido a la realidad. Por lo tanto, en el aula debemos crear rutinas que ayuden a la formación de hábitos y patrones correctos, garantizando la progresión correcta desde los procesos más básicos hasta los más complejos. Además el aprendizaje siempre implica procesos conscientes e inconscientes y no todo el aprendizaje que ocurre en el aula es consciente, ya que gran parte ocurre de forma inconsciente. Y lo mismo sucede con las estrategias que usamos para aprender. Por ello, deberíamos hacer visibles tanto las estrategias como los procesos que usamos al llevar a cabo cualquier tarea. En cualquier caso deberíamos proponer alternativas que faciliten el desarrollo de todas las habilidades de pensamiento (Campos, 2010). Además el aprendizaje ocurre de muchas maneras, y eso deriva en múltiples formas de aprender. Por ello deberíamos tener en cuenta que no todos aprenden ni de la misma manera ni al mismo ritmo. Igual de importante en el aula es motivar al alumnado para que se sienta interesado por el aprendizaje, generando oportunidades acordes a las todas las necesidades. Y es que el aprendizaje complejo se incrementa por el desafío y se inhibe por la amenaza. Por eso, el nivel de dificultad de la actividad debe ajustarse a la capacidad del alumno y progresar at ritmo de cada persona, ya que cada cerebro está organizado de manera única, lo que implica que es necesario que el profesor conozca y evalúe de forma correcta las peculiaridades concretas de cada alumno y en el caso de las necesidades educativas especiales, las neurociencias también nos dan claves sobre las peculiaridades del funcionamiento de su cerebro, es decir, sobre su neurodiversidad.
La neurodiversidad surge a finales de 1990 y defiende la idea de la “diversidad funcional”, partiendo de que cada persona tiene diferentes capacidades y distinto potencial que puede desarrollar. En este marco la discapacidad mental es entendida como una expresión de esa diversidad funcional (Armstrong, 2012). Sin entrar a valorar las ventajas de entender la discapacidad como diversidad, estamos de acuerdo con Fernández (2017) en que la idea de la neurodiversidad puede ser muy interesante para el profesorado, ya que reconoce la existencia de diferentes talentos y aptitudes, de diversas formas de aprender, y por tanto, de enseñar. La diversidad se basa en gran medida en la intervención sobre dificultades, descompensaciones, déficits y trastornos debidos a daños o déficits neurales, ya que tener en cuenta de forma apropiada a estas diferencias implica no sólo entender el funcionamiento del cerebro sino entender cómo funciona en el aula, es decir, conocer sus peculiaridades al adquirir de aprendizajes y conocimientos.
Esto implica entender qué áreas del cerebro están configuradas de manera diferente y de qué manera esto afecta al aprendizaje, sin embargo para entender su funcionamiento hemos de ver el cerebro humano como un circuito interconectado, que funciona en red teniendo en cuenta simultáneamente todos los aspectos que inciden en el aprendizaje, desde los aspectos instintivos, los procesos emocionales, y por supuesto los procesos cognitivos relacionados con la funciones ejecutivas (Bolívar, 2017).
Con respecto a los aspectos cognitivos cobran especial relevancia las funciones ejecutivas ya que son las encargadas de dirigir y controlar el aprendizaje poniendo en marcha, organizando e integrando y otras funciones.
Son las que nos ayudan a valorar las consecuencias de nuestros actos y de planear y dirigir nuestras acciones para conseguir unos resultados determinados evaluando el proceso, así como de llevar a cabo los ajustes necesarios en caso de necesidad. Y precisamente es ahí donde es conveniente reforzar ya que el alumnado con dificultades de aprendizaje ((incluyendo casos de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad – TDAH o dislexia) suelen tener alterados ciertos mecanismos cognitivos relacionados con las funciones ejecutivas, presentado déficits en la planificación, la inhibición de respuesta, en la memoria de trabajo, o la flexibilidad cognitiva (Correa et al, 2017). También aparecen dichos déficits en la discapacidad intelectual, el síndrome de Down, trastornos del espectro autista, o trastornos del lenguaje (Willner et al, 2010). El desafío actual, por lo tanto, estriba en la necesaria formación del profesorado en los nuevos conocimientos sobre el funcionamiento del cerebro incorporando a nuestra práctica docente aquellos avances de la ciencia que son de utilidad en el aula Caballero (2017).
EL DOBLE PAPEL DE LA EVALUACIÓN EN EL AULA
Para crear una buena planificación la evaluación debe ser entendida en dos momentos separados con objetivos diferentes. En primer lugar es necesario partir de una correcta evaluación del perfil individual que nos ayude a establecer los objetivos específicos para cada persona, para terminar con una evaluación final específica que valore el grado de adquisición del aprendizaje.
Alineación de la clase desde el perfil individual hasta su evaluación
Dicha evaluación analizará cada perfil individual para poder adaptar mejor nuestros métodos de enseñanza y enriquecer el potencial de cada persona de forma individual y en interacción con otros y, desde luego, teniendo en cuenta su herencia genética.
De hecho, tener en cuenta los perfiles de aprendizaje, nos ayuda a organizar la clase para que todos puedan trabajar a gusto la mayor parte del tiempo partiendo de la coherencia entre las necesidades individuales, las prácticas de enseñanza – aprendizaje y la evaluación del aprendizaje adquirido (Romero, 2017). Para conseguirlo, integrar el conocimiento del cerebro a la pedagogía como base para dirigir la educación, es especialmente necesario en el campo de las necesidades educativas especiales: la dislexia, el déficit de atención, las deficiencias intelectuales, o el talento entre otras (Riquelme, Melgarejo, Vilchez, y Santander, 2017).
Por ello, es necesario ver la práctica evaluativa como un conjunto de procesos que permita en un primer momento analizar y evaluar las necesidades específicas, definir unos objetivos concretos en función del perfil individual, establecer una línea de trabajo específica y finalmente llevar a cabo una evaluación acorde (Caballero,2017). Es decir, llevar a cabo una alineación constructiva (Biggs, 2012) en la que se alineen los objetivos de aprendizaje, las tareas previstas para que el alumno asimile el contenido y finalmente llevar a cabo las pruebas de evaluación pertinentes que nos permitan comprobar si nuestros alumnos han aprendido.
Figura 1. Clase alineada. Adaptado de Biggs 2012
La definición de cada uno de los apartados ha de hacerse en función de las necesidades de cada persona, y tanto objetivos como actividades, así como la evaluación que finalmente llevaremos a cabo, han de diseñarse específicamente para cada persona. El alumno has de ser conocedor tanto de los objetivos, de lo que se espera de él durante la tarea y de cómo será evaluado (Biggs, 2012). Para definir el perfil individual ayudaremos a los alumnos a descubrir sus propias preferencias y analizar sus perfiles (esto desarrollará su metacognición). Por ejemplo, usar varias inteligencias (inteligencia musical, kinestésica…), estilos de aprendizaje o diferentes tipos de tareas etc.
DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA: LA GRADACIÓN DE LA DIFICULTAD DEMANDADA
Para definir los objetivos de aprendizaje (y en consecuencia su evaluación) en función de los perfiles individuales nos basamos en la Taxonomía Bloom ya que se fundamenta en un avance progresivo y jerárquico de la adquisición del conocimiento en el que cada nivel depende de la capacidad del alumno para desenvolverse en el nivel o niveles anteriores (López, 2014).
La taxonomía de Bloom fue diseñada por Benjamin Bloom en 1956. El objetivo de esta teoría es garantizar que el alumno adquiera nuevas habilidades y conocimientos después de realizar un proceso de aprendizaje. Por este motivo, consta de una serie de niveles definidos con la intención de asegurarnos, como docentes, un aprendizaje significativo que perdure toda la vida (López, 2014).
La Taxonomía de Bloom está dividida en seis niveles: conocer, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear, diferenciándose dos órdenes en función de la complejidad del procesamiento:
- Las de orden inferior (LOTS- low order Thinking Skills): recordar, comprender y aplicar.
- Las de orden superior (HOTS- High Order Thinking Skills): analizar, evaluar y crear.
Dicha Taxonomía se basa en los objetivos de aprendizaje e implica que para llegar a un nivel superior se ha de poder superar el inferior.
La parte más básica del aprendizaje implica memorizar. Los niveles inmediatamente posteriores se basan en la comprensión que permita poder aplicar el conocimiento adquirido. En los niveles superiores se encuentran el análisis, la evaluación y finalmente la creación de algo nuevo.
Parte, por lo tanto, de la idea de que no se puede entender un concepto si previamente no se recuerda, de la misma manera que no se puede aplicar el conocimiento y los conceptos si no se entienden. Se convierte así en un continuo que va desde habilidades de pensamiento de orden inferior hasta las habilidades de pensamiento de orden superior (Churches, 2007). La atención a la diversidad en el aula se concretiza en una gradación de la dificultad y complejidad de las actividades llevadas a cabo generando actividades adaptadas a las necesidades individuales. La taxonomía de Bloom nos ayuda tanto en el diseño de actividades como finalmente en la evaluación.
Alineación de objetivos, actividades y evaluación
Al diseñar los objetivos, hemos de prestar particular atención a los verbos que se usan para describir el aprendizaje que se intenta alcanzar, ya que, tal como hemos mencionado, desde ahí se diseñan las actividades y, en consecuencia, la evaluación. En la siguiente tabla adaptada de Eberly Center for Teaching Excellence and Educational Innovation (2018) recogemos algunos ejemplos que enlazan las tres variables. Sin embargo, recogemos en una misma entrada de la tabla tanto las actividades como su evaluación ya que son los mismos procesos de pensamiento y, en general, el desarrollo de las funciones ejecutivas lo que subyace en ambos casos, diferenciándose, por lo tanto, en el objetivo a conseguir, puesto que las actividades tienen como fin último la práctica de la habilidad o conocimiento a adquirir, mientras que el proceso de evaluación final, tiene como objetivo la valoración del aprendizaje ya adquirido.
Tanto en las actividades como en la evaluación podemos usar las mismas tareas, que recogemos en la tabla, e incluyen desde rellenar huecos, enlazar datos o preguntas de elección múltiple como ejemplos de tareas de pensamiento de orden inferior, hasta llevar a cabo una investigación o el diseño de algo nuevo como pensamiento de orden superior, pasando por toda una serie de actividades que pueden ser presentadas en múltiples formatos. Sin embargo, en todas ellas potenciamos y valoramos el desarrollo de las habilidades de pensamiento, desde las básicas hasta a las superiores, dependiendo del perfil individual.
Favoreciendo la gradación del aprendizaje desde los procesos básicos hasta los superiores exponemos a nuestros alumnos a experiencias de aprendizaje eficaces, favorecemos la generación del patrones que garantice la progresión correcta desde los procesos más básicos hasta los más complejos, visibilizamos los aspectos conscientes e inconscientes del aprendizaje haciendo visibles tanto las estrategias como los procesos que usamos al llevar a cabo cualquier tarea. Y sobre todos nos permite tener en cuenta en el aula que no todos aprenden ni de la misma manera ni al mismo ritmo, permitiéndonos ajustar la dificultad de la actividad a la capacidad del alumno.
CONCLUSIONES
La evaluación de los procesos de enseñanza aprendizaje se debe abordar desde múltiples facetas, concibiendo la evaluación como un proceso que parte de la detección y evaluación de las necesidades específicas que nos permita conocer el perfil individual. Debe continuar con la adaptación de todos los procesos involucrados en el aprendizaje para finalmente terminar con la evaluación de los resultados obtenidos y el trabajo realizado. Porque enseñar y aprender empieza por evaluar las necesidades específicas de nuestros alumnos, es decir, por conocer su cerebro.
De la mano de los conocimientos que nos aporta la Neuroeducación todo el proceso de evaluación debe ser entendido como un adaptación continua las necesidades de cada persona y parte del hecho de que todos somos diferentes también al aprender, por lo que hemos de definir una educación para cada persona adaptada a su perfil individual que nos permita de valorar los potenciales partiendo de los puntos fuertes y las habilidades, para desarrollar a la persona en todas sus facetas, teniendo en cuenta que cada cerebro está organizado de manera única.
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Carolina says
Excelente artículo, me gustaría recibir mas información sobre instrumentos de evaluación según la Neurociencia.
Katia Solis says
Muy buen artículo, felicidades. Me gustaría recibir i formación sobre la evaluación desde la neurociencia